-Idiota, ¿en serio
piensas que esta porquería les va a gustar? Esto no es más que una miseria de
regalo-.
Después
de estas duras palabras lo único que sentí fue mi mejilla arder por la fuerte
cachetada que me había dado. Sentí que mis ojos empezaban a ponerse borrosos
debido a las lágrimas que se atoraban en los mismos en un intento desesperado
por salir…pero no le daría el gusto de verme sufrir y mucho menos de verme
derrotada.
Me
quedé sentada en el piso con la cabeza gacha hasta que, por fin, oí el sonido
de la campana del colegio que anunciaba la hora del recreo. Estaba pérdida en
mis pensamientos pensando que demonios había hecho mal para merecer todo lo que
me estaba pasando, cuando ni siquiera me había dado cuenta que todos (el resto
de los alumnos y la profesora) habían desaparecido del aula.
Me
apoyé en una mesa para ayudarme a mí misma a ponerme de pie porque temblaba de
pies a cabeza; acomode mi cabello, de tal modo que cubriera todo mi rostro y
salí de la clase directa hacia el baño.
Ya
en el baño, mire mi rostro en el espejo pensando que era normal que mi mejilla
ardiera, pues, el dibujo de su mano estaba completamente plasmado o dibujado en
color rojo en mi cara.
No
dije nada, mi voz estaba atorada en mi garganta y se negaba a salir de allí.
Después de un rato apoyada en el lavabo, maldiciéndola por todo lo que me había
echo, las lágrimas empezaron a caer por mis ojos, mi respiración en cuestión de
segundos se aceleró y comencé a llorar fuertemente rogando a dios para que me
diera fuerzas para soportar toda esta tortura y, en especial, los meses que
quedaban de clase. Después, afortunadamente, no la volvería a ver en el resto
que me quedaba de vida.
Esta
fue la primera vez que una profesora me echaba la bronca por un trabajo de
clase que no le gustaba; por un regalo de navidad que habíamos de entregar a
nuestros padres y, el cual, quedo echo añicos, polvo, porque ella lo había
destrozado. También fue el primer día en que una profesora me pegaba por algo,
que en mi modesta opinión, me parecía ridículo.
Se
llamaba….bueno, ni siquiera merece la pena recordarlo…no vale el esfuerzo; sólo
os diré que desde el momento que llegó a mi clase y a mi colegio para ejercer
como maestra, supe que era una profesora bastante estricta, amante de la
disciplina, del respeto y de los horarios; una persona que no se amedrentaba
por nada ni por nadie. En fin, una persona a la que le gustaba enseñar a base
de castigos (quedándonos los alumnos por la tarde estudiando con ella en la
biblioteca hasta que te supieras la lección; después, llamaban a algún familiar
para que te fueran a buscar) y, si se lo permitían, a base de golpes. Yo, por
desgracia, aprendí de las dos maneras.
Mi
mente comenzó a divagar por mis recuerdos cuando intenté recordar cuándo, cómo
y por qué empezó todo este episodio en mi vida.
Todos
estos sucesos tuvieron su principio el día en que aprendí al mismo tiempo dos
duras lecciones de golpe, que jamás olvidaría en mi vida: la primera, que
siendo una niña los adultos tienen y tenían más posibilidades de destrozar tu
vida a su antojo si les daba la gana y hacerles ver a tus padres que tú eras la
culpable de errores que nunca habías cometido; la segunda, que, a pesar de que
tu familia es un pilar fundamental en tu vida (y lo seguirá siendo hasta el día
en que ya no existas), hay personas a las que no puedes cambiar y hacer que te
quieran y te den muestras de cariño si, obviamente, no las sienten.
No
todos los familiares son iguales y, desde luego, esta persona para mí no lo
era. Me cansé de sus broncas cuando me acompañaba al hospital para una consulta
y se retrasaban y tardaban media hora en atenderme; cuando intentaba que en
reyes se pusiera a jugar conmigo con los regalos y no me hacía caso; y demás
hechos dolorosos.
Siempre
he creído en ese refrán que dice que “los niños y los borrachos nunca mienten”;
además, es curioso pero, desde mi punto de vista, considero que los niños
tienen la verdad tatuada en los ojos (así se dice que los ojos son el espejo
del alma) y, por lo tanto, con una simple mirada puedes saber si es verdad lo
que te cuentan o no.
Estoy
segura de que mi madre habría puesto el grito en el cielo si se llega a enterar
que una profesora me había pegado sin su consentimiento; de hecho, me dio una
fuerte charla la vez que le conté este suceso muchos años después.
Tal
vez, debería haber sido más valiente y habérselo dicho…pero el miedo por lo que
pudiera pasar y la promesa que me había hecho a mi misma me lo impedían.
Además, también tenía pánico de las represalias que toda esta situación pudiera
acarrear en la familia, teniendo en cuenta que fue la persona menos inesperada
para mí quién dio la autorización.
Obviamente,
hay cosas que prefiero olvidar de mi mente, de mi memoria y mucho más las
personas que las causaron…duele demasiado pensar que alguien de tu familia pueda
traicionarte de este modo; más, cuando no puedes valerte por ti misma y es,
precisamente, la que debe apoyarte y protegerte contra cualquier peligro.
Que
hermoso y que felicidad te embarga cuando piensas en la concepción de una
familia unida y perfecta…pero, por desgracia, nosotros no elegimos la familia
en la que nos toca vivir; simplemente, aprendemos a convivir en ella y a
aceptar a las personas que lo forman…existe la creencia o el refrán de que “en
toda familia hay una oveja negra” y en la mía había una…pero afortunadamente,
como en toda buena historia, esta parte de mi relato, tiene un final feliz,
pues, a pesar del sufrimiento soportado durante un año, de las broncas, la mala
leche y los cuadernos de dibujo votados a la basura porque simplemente, no le
gustaba como dibujabas y te hacía comprar un blog nuevo y repetir los dibujos…a
pesar de todo esto, adquirí una buena destreza para el dibujo, sobre todo para
pintar paisajes en carboncillo (imaginaos que mi blog, el cual, quería quedarme
como recuerdo de todo lo pasado y de todo lo logrado, se lo termino quedando la
profesora y, desgraciadamente, no lo pude recuperar); y, finalmente, al cambiar
de clase y de edificio, jamás volví a ver a esa persona que me había hecho
tanto daño en mi vida.
Bueno,
a lo que iba…todo comenzó una mañana como otra cualquiera en la que la
profesora estaba de ese humor tan característico de ella….ese día, todos los
alumnos nos encontrábamos en la clase vestidos con nuestros respectivos
uniformes e intentado adquirir nuevos conocimientos que, de algún modo u otro,
nos servirían para el futuro.
Después
de un día sin muchas novedades, un alumno de mi clase, Ricardo, del cual no
sentía ninguna empatía (más bien todo lo contrario), me acusó delante de la
profesora de haberle sustraído y, por lo tanto, robado su estuche. Al
principio, pensé que se trataba de una broma cruel y pesada…pero, al cabo de un
rato, me di cuenta que todos mis miedos se estaban haciendo realidad, pues, la
profesora se vio en la obligación de parar la clase, la explicación y sacarnos
a Ricardo y a mí al pasillo de la escuela.
Nos
exigió que le explicáramos la situación de lo que había ocurrido. Por lo visto
a Ricardo le habían quitado el estuche de su mesa y pensó que como yo me
encontraba sentada en la mesa que estaba posicionada justo detrás de la suya,
se lo había cogido yo….simplemente, porque al inicio de la clase le había
comentado que me gustaba su estuche, justo cuando pasaba por delante de su
mesa.
Después
de esta explicación, me apresuré a responderle a la profesora lo siguiente:
-profesora, le aseguro
que yo no he sido. Soy incapaz de coger nada que no sea mío sin permiso de la
persona a la que le pertenece y mucho menos soy una ladrona. Por favor, revise
mis cosas y compruebe que en ellas no están el estuche de mi compañero, si aún
se queda con dudas; pero créame, cuando le digo que yo no lo tengo-.
Después
de mi intento desesperado por defenderme de las acusaciones, nuestra profesora
aún seguía mirándome con esa cara sombría y con esa expresión dura e inflexible
que siempre mantenía. Al cabo de uno o dos minutos, que la verdad se me
hicieron eternos, nuestra profesora respondió:
-Muy bien, señorita
Alice. Lo haremos a su manera para darle la oportunidad de defenderse de las
acusaciones del señor Ricardo. En cuanto entré por esa puerta y sin hacer
ningún movimiento extraño acudirá a su asiento y dejará su maleta encima de su
pupitre, la cual, yo personalmente revisaré. ¿Ha entendido usted?
-Si, profesora-,
respondí.
-Más vale que no
encuentre el objeto que el señor Ricardo considera que usted ha sustraído. De
lo contrario, además de que se quedará castigada a lo largo de la semana por la
tarde estudiando, informaré de este suceso en la dirección y le abriré un
expediente. ¿Me ha entendido con claridad?
-Si, profesora-
-Muy bien, ambos a
clase. Póngase al lado de su escritorio y deje su maleta encima de su mesa-.
Con
un escalofrío recorriéndome por toda la espalda y con paso vacilante llegue a
mi mesa…estaba muy nerviosa…mi cuerpo temblaba, mi mente estaba embotada y mis
manos sudaban y temblaban, pues, en un intento vano de coger la maleta del
asiento de la silla se me cayo al suelo. Rápidamente, la recogí y la deje
encima de la mesa, rogándole a dios que todo saliera bien, que se descubriera
la verdad y suplicando que nadie me hubiera echo una jugarreta y hubiese
colocado el objeto de la discordia en mi mochila.
Mientras
la profesora revisaba mi maleta en busca del objeto perdido, mi cuerpo se
paralizo, no podía respirar y lo único que pensaba era que toda esta pesadilla
terminara lo más rápidamente posible…pero que terminara bien. Después de que la
profesora volteara todas mis pertenencias en la mesa y darse por satisfecha de
que no encontraría nada, se me abrió el cielo y pude respirar tranquila,
reflejando una simple y pequeña sonrisa en mi cara.
Paso
seguido, la profesora me miró con su fría mirada y se dirigió rápidamente al
centro de la clase. Allí, dando un golpe en la mesa con el borrador de la
pizarra y con voz fuerte y clara, dijo:
-En esta clase ha
habido dos faltas de respeto; la primera, haberme hecho parar la clase por un
suceso de robo, sustracción, al que todavía no se le ha puesto solución, pero
que estoy segura que en la próxima hora se resolverá; y, la segunda, el haber
acusado a una compañera sin pruebas de la magnitud de un suceso como éste. Sea
como fuere, no puedo permitir dejar la situación como ésta, así que, o en media
hora, sale a la pizarra la persona responsable de toda esta situación o todos
os quedáis castigados sin recreo sentados en vuestros pupitres y por la tarde
ha estudiar en la biblioteca, ¿entendido?
-Si, profesora-,
dijimos todos al unísono.
-Además, yo misma me
encargaré, posteriormente, de encontrar al responsable de este incidente y de
abrirle un expediente escolar-.
Desafortunadamente
y, como era de esperar, nadie salió a la pizarra, así que maldiciendo mi suerte
y pensando que todos eran unos cobardes, me quedé castigada tanto en el recreo
como después de clases en la biblioteca estudiando.
Lo
que nunca jamás me hubiera imaginado fue lo que ocurrió cuando me vinieron a
buscar. La profesora comentó, con mi mayor sorpresa en mi rostro, que era una
buena alumna, aplicada y correcta en lo que a la tarea se refería y a mi
comportamiento en clase. Pero que (obviamente, tenía que haber un pero) si
quería que esas costumbres y esa disciplina no desaparecieran y me volviera una
malcriada, que eligiera un mal camino, vaga e indiscreta con mis comentarios y
mis contestaciones, necesitaba seguir aplicándome mano dura; lo cual,
implicaba, si la persona responsable daba su permiso (en este caso, el familiar
que me fue a buscar) que sus castigos fueran dados tanto de esta manera como
físicamente.
Al
oír toda esta barbaridad que nadie en su sano juicio aceptaría me quedé
bloqueada, paralizada en mi lugar, en mi posición, sin saber como reaccionar.
Esperé pensando que esa persona sería mi ángel, que le diría un par de palabras
a esa mujer por su incorrección y que, obviamente, se negaría. Pero jamás pude
esperar la contestación que oí y que salió de sus propios labios:
-Si, puede usted
hacerlo. Tiene usted mi consentimiento.
-Muy bien, perfecto. Me
alegra saber que usted es una persona tan comprensiva. No se preocupe, haré de
esta alumna una chica de provecho. Buenas tardes-. Se giró hacia mí y me dijo:
-nos vemos en la clase de mañana, Alice-.
-Buenas tardes,
profesora-.
No
se de donde saque las fuerzas para responder (bueno, si lo sé…no quería que me
castigarán por una falta de modales)…estaba sumida en mis pensamientos…mi
cuerpo se movía solo…pensando en que era imposible que todo esto me estuviera
pasando a mí…que tenía que estar soñando, que tenía que estar metida en una
pesadilla, porque ninguna persona en su sano juicio hubiera dicho nada
parecido.
Llegué
a mi casa y a mi habitación, todavía dándole vueltas en mi cabeza a todo lo
sucedido en estos días, pensando que mi única solución era comportarme de la
mejor forma posible, ser la mejor alumna que nunca hubiera sido para intentar
pasar todo este año sin el menor incidente posible…repitiéndome a mi misma que
sólo era un maldito año, un maldito año….después de eso, todo cambiaría, todo cambiaría.
Ojalá
sea verdad, ojalá sea cierto.
Chic@s, aquí tenéis el nuevo capítulo de esta historia. Espero que os guste...la verdad es que me costó bastante escribirlo porque he tenido que remover muchos sentimientos...pero aquí está!!!! :)
Este capítulo está dedicado a todos vosotros que hacéis posible, aunque sólo sea viendo la página, el darnos las fuerzas que necesitamos para seguir dejando volar nuestra imaginación. Muchos besos y abrazos para tod@s!!!!! CM
joe con el profe ese y su mano tan ligera....la verdad es que yo nunca me he encontrado con un profesor de esas caracteristicas,aunque estoy seguro de que en mi caso se habria llevado una buena denuncia ya que yo de pequeño no me cortaba un pelo para esas cosas.....aunque ya de grandecito me relaje bastante.....
ResponderEliminaruna experiencia que debe de ser sumamente frustrante la verdad.
pd:felicidades¡¡ vas escribiendo con mucha mas soltura,sigue asi¡¡ un besito¡¡
Gracias, niño!!!! :)
EliminarTú siempre tan amable...tal vez debería haberlo hecho pero ciertas decisiones me impulsaron a actuar de esa manera...
Espero que, a pesar de lo duro, lo hayas disfrutado!!! :)
Muchos besos y abrazos,
CM
Cariño!!!!
ResponderEliminarGenial... absolutamente genial!!!!!
Neni, escribes de maravilla y es verdad lo q dice tu chico, escribes con mas soltura.
Como ya te dije cuando tuve el privilegio de leerlo antes q nadie, a pesar de los sentimientos tan fuertes, ha sido maravilloso. La verdad q es increíble la situación... Espero, de verdad, q todo esto te ayude para terminar de cicatrizar tus heridas.
un besazo enorme,
Romiina R.
Romi,
EliminarMuchas gracias por pasarte y por dejar tus comentarios!!!! :)
Sabes que es muy importante para mí y para cualquier persona que haga lo que nosotras hacemos, jejejjee :)
Me alegro de que te haya gustado y de que pienses tan bien de mí...no te preocupes por el resto, ok??? esas heridas están más que cicatrizadas, aunque a veces me duela pensar que todo podía haber sido más fácil si hubiese sido más valiente...no lo se...
Muchos besos y abrazos, guapa.
CM